Apóstol Santiago

HISTORIA

El hombre, desde siempre, se ha sentido inclinado a dejar su tierra para ponerse en viaje hacia lugares sagrados. Los lugares de peregrinación son sitios tocados, pisados por Dios, o sitios donde se encuentran los cuerpos de gentes, de santos, como los apóstoles, que estuvieron próximos a la divinidad. Santiago de Compostela ha sido, desde hace más de mil años, una meta predilecta en este sentido religioso e incluso también profano, de camino hacia el Finisterre, hacia el Fin del Mundo conocido hasta finales del siglo XV.

¿Qué nos dice la tradición y la historia?

¿Quién era el apóstol Santiago?

Los evangelios nos cuentan que el apóstol Santiago, el Mayor, era hijo de Zebedeo y de Salomé. Ésta, según los evangelios apócrifos, era hermana de la Virgen María y por lo tanto, Santiago, sería primo de Jesús, lo que los pueblos semitas llamaban hermanos. Su hermano era San Juan Evangelista, el discípulo amado de Cristo. Procedente de una familia de pescadores originarios de Betsaida, entró en contacto con Jesús de Nazaret por medio de su hermano, y se convirtió en uno de los apóstoles predilectos del Maestro, acompañándole en momentos claves como la Transfiguración en el Monte Tabor, la resurrección de la hija de Jairo o la oración en el Huerto de Getsemaní.

De carácter ardiente, temperamental, apasionado y veloz, se ganó el epíteto de Hijo del Trueno o Boanerges.

Se cuenta que al repartirse los apóstoles los diferentes lugares del mundo para su evangelización, a Santiago le tocó un extremo, la provincia romana de Hispania, hacia el Finisterre, en el confín del mundo conocido entonces. Según la tradición, predicó dos años en tierras de Hispania, en Iria Flavia (la actual Padrón), Bracara Augusta (Braga) y Cesaraugusta (Zaragoza). En esta ciudad se mantiene que se le apareció la Virgen encima de un pilar para confortarle y animarle en su misión evangelizadora.

Después embarcó a Palestina, donde sufrió el martirio, siendo el primer mártir por la fe entre los apóstoles. Fue decapitado por orden de Herodes Agripa, rey de Judea. Tras su muerte, ocurrida en torno al año 42, sus discípulos recogieron su cadáver y lo trasladaron desde el puerto palestino de Joppe, al lugar donde más adeptos al cristianismo había reunido, a Gallaecia, en Hispania, llegando a Iria Flavia.

Desde la marítima Padrón llevaron el cuerpo, al que colocaron sobre un arca marmórea, hacia el interior. Según cuenta la tradición, sus discípulos tuvieron que vencer algunos obstáculos, puestos por la señora del lugar (se cuenta que para transportar el cuerpo del santo, ésta les ofreció una pareja de toros salvajes que al final se convirtieron en mansos bueyes), pero visto el milagro ocurrido, la misma señora, de buena familia hispanorromana, la llamada reina Lupa, se convirtió al cristianismo.

El cuerpo del apóstol fue depositado en un lugar llamado Liberodumun. A partir de entonces, en este Locus Sancti Iacobi, se estableció un culto similar al de los primeros mártires cristianos, que pasó desapercibido en las etapas de las persecuciones de los cristianos, hasta desaparecer en el período tardorromano.

Carecemos de testimonios documentales antiguos que confirmen la existencia en España de un especial culto a Santiago por haber sido éste el que habría evangelizado la península. Incluso se cree en varios lugares de la costa mediterránea que no fue Santiago el que trajo la fe, sino el apóstol de los gentiles, San Pablo, el que habría venido, según relata en una carta, a evangelizar Hispania. Un texto conocido como «Breviario de los Apóstoles», hacia el año 600, en el que se relacionaba a éstos con el lugar en el que habían sido enterrados, atribuye a Santiago la evangelización de España. Este eco hispano lo sigue San Isidoro. Los cristianos de las montañas cántabras, a fines del siglo VIII, tenían el pleno convencimiento de que Santiago era el patrón de España, y así lo invoca también el conocido monje Beato de Liébana.

Tuvo que pasar el tiempo hasta que en el siglo IX, hacia el año 814, en tiempos del rey asturiano Alfonso II el Casto, un eremita, llamado Pelayo, viese un hecho extraordinario: cómo una lluvia de estrellas caían sobre un montículo cercano (recordemos aquí la procedencia del término Compostela que proviene del latín Campus Stellae -campo de las estrellas-; o como derivado del vocablo latino Compositum -cementerio-). El monje Pelayo comunicó al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, la invención, el hallazgo, de los restos de Santiago, recuperándose con mayor vigor el culto al apóstol, y erigiéndose una basílica sobre su sepulcro. Es entonces cuando comienzan las peregrinaciones jacobeas o compostelanas, es el culto a sus reliquias, en una sociedad imbuida de un espíritu religioso y de temor de Dios muy profundo, lo que van a venerar los peregrinos.

Desde ese momento Santiago y la historia de España permanecerán unidas; la satisfacción por ello queda manifiesta en el «Poema de Fernán González», donde se recoge que los españoles han sido honrados por la presencia de Santiago:

Fuertemente Dios quiso a España honrar

Cuand al santo apóstol quiso y enviar

De Inglatierra e Francia quísola mejorar

Sabet non yaz apóstol en tod aquel logar

La importancia del fenómeno de las peregrinaciones en la historia

La peregrinación a un lugar santo se realiza bien con fines piadosos y devotos, bien de penitencia por los pecados cometidos, o para el cumplimiento de una pena o un castigo judicial. El libro de las «Partidas» del rey Alfonso X el Sabio, escrito en el siglo XIII, nos informa que «romeros y peregrinos se facen los homes para servir a Dios et honrar a los santos».

La peregrinación a Compostela se distingue de las otras dos grandes peregrinaciones de la cristiandad:

a Roma, sede del papado, a los pies de los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo, acudían los romeros, y también, por motivos políticos o eclesiásticos, prelados, príncipes, monarcas y emperadores.

a Jerusalén y a Tierra Santa iban los palmeros, peregrinos ya desde los orígenes del cristianismo, fascinados por el recuerdo de la vida y de la muerte de Cristo. Recordemos la importancia que en esta época de peregrinaciones multitudinarias tienen las cruzadas para mantener los santos lugares en manos cristianas, frente al dominio musulmán.

La peregrinación a Santiago tiene su origen, como ya hemos visto, en la Edad Media, y se basa en la posesión de una reliquia. Es el cuerpo del apóstol Santiago, el Mayor, el que se venera.

El incipiente Camino hacia el sepulcro del apóstol verá pasar cada vez más peregrinos. La peregrinación a Santiago se convertirá en un fenómeno de masas, a través de los diversos países, en los siglos centrales de la Edad Media.

A lo largo de la Edad Media, los peregrinos a diversos santuarios eran muchos; sin embargo, como nos indica Dante en su obra «Vita Nuova», peregrino se puede interpretar de dos maneras, en sentido amplio y en sentido estricto. En sentido amplio, en la medida en que peregrino es todo el que se encuentra fuera de su patria; en sentido estricto, sólo se considera peregrino a quien se dirige a la casa de Santiago o vuelve de ella.

En su constante discurrir por los caminos, los peregrinos, movidos por unos emotivos ideales espirituales comunes, cruzaban las fronteras artificiales de los hombres y afrontaban las dificultades de las barreras naturales, constituyendo una única nación, la de los creyentes.

En torno al Camino floreció la literatura. Por él penetró la nueva corriente litúrgica dominante, la romana, que se impuso, con la ayuda de los monjes de Cluny, sobre la liturgia hispano romana o mozárabe, para someterse a la autoridad del papado; para la nueva liturgia debieron de ser adaptados hasta los propios templos, muchos de los cuales fueron reconstruídos o transformados.

El Camino de Santiago significó un revulsivo importante para algunas poblaciones. Era una vía que conectaba los núcleos urbanos más importantes, un eje vertebrador del norte peninsular en sentido este-oeste que en su día puso en comunicación a las capitales de los reinos cristianos del norte: Jaca -capital del antiguo reino de Aragón-, Pamplona -capital del antiguo reino de Navarra-, Estella -en otros tiempos capital del reino de Navarra-, Nájera -capital del efímero reino najerense-, Burgos -la «caput castellae», cabeza del reino de Castilla-, y León -capital del antiguo reino de León-.

El Camino facilitó el movimiento de hombres y su interrelación, para lo cual se debieron mejorar las infraestructuras: recordemos las figuras de los santos burgaleses Domingo García (de la Calzada), Juan de Quintanaortuño (de Ortega) o Lesmes que tanto hicieron por ello, mejorando las calzadas, construyendo puentes y hospederías que facilitaban esa peregrinación.

El Camino estrechó lazos entre los pueblos del viejo continente, como un anticipo de la futura integración europea. El gran personaje que fomentará esa europeización medieval será el obispo Diego Gelmírez, primer arzobispo compostelano, que redactará la Historia Compostelana y apoyará la realización del Liber Sancti Iacobi o Códex Calixtinus.

 

El Códex Calixtinus

El Camino de Santiago se sustenta en fuentes escritas, la principal es el compendio de cinco libros del Liber Sancti Iacobi, o Códex Calixtinus, obra del siglo XII, llamado así por creerse que su redacción se debía al papa Calixto II, siendo pretendida obra del clérigo francés Aymeric Picaud. El libro quinto es el más famoso y es conocido como guía de peregrinos, pues describe los caminos que llevaban a Compostela desde Francia.

El papa Calixto II institucionalizó el Año Santo Jacobeo y su sucesor, Alejandro III, concedió la gracia del jubileo a los que fueran en peregrinación a Santiago los años en que el 25 de julio coincidiese en domingo.

Han existido momentos que han puesto en peligro la peregrinación: la crisis del siglo XIV, motivada por la peste negra, las frecuentes guerras, el hambre y el cisma que se produce en la cristiandad en el año 1378; la crisis reformista luterana del siglo XVI, que criticaba el culto a las reliquias; la ocultación de los restos del apóstol en 1589, motivada por el ataque pirata inglés capitaneado por Drake a las costas de La Coruña; y la surgida a raíz de la Ilustración y del racionalismo, en los siglos XVIII y XIX. No obstante, en esos períodos oscurantistas, la importancia de la figura del apóstol se mantuvo con vigor; como ejemplo cabe recordar la proclamación de Santiago como patrón de España en tiempos de Felipe IV, en el siglo XVII.

Tras casi tres siglos de misterio, en 1879, se redescubrieron los restos del apóstol y en 1884 el papa León XIII declaró como auténticos los restos descubiertos. La peregrinación resurgió, pero no con fuerza. Fue un continuo goteo.

El final del siglo XX y del segundo milenio vivió el renacer del Camino como elemento espiritual y cultural.

Goethe dijo que Europa se forjó en torno a las peregrinaciones, y de ello, en nuestros pueblos y ciudades, en el Camino, tenemos sobrado ejemplo.