Laura Rodríguez Miranda, maestra cantera de Campo Lameiro, es la única profesional que trabaja en las obras de restauración de la catedral de Santiago.
De la mitad de la Catedral de Santiago hacia arriba hay unos doscientos escalones. Los tiene contados porque son los que se hace todos los días, como mínimo dos veces, pero puede que más. Laura Rodríguez Miranda lleva, de hecho, casi dos años subiendo y bajando escaleras, andamios y piedras del templo de peregrinaje más conocido y emblemático de España. Es la única mujer que los recorre como lo hace ella. Es la única operaria que trabaja en la restauración del lugar sagrado por excelencia de Europa, junto a Roma.
«Últimamente toda la gente con la que trabajo es más joven que yo, incluso mis dos jefes, que tienen 38 y 40 años, y hace unos años era al revés; estaba acostumbrada a ser siempre la menor», bromea. Su dilatada experiencia la ha llevado por decenas de lugares, hasta colocarla en una situación privilegiada profesionalmente respecto a otros compañeros. A sus 57 años, acumula más de treinta dando forma a la piedra a su antojo.
«Delicado y bonito»
Aunque ha experimentado con todas las técnicas, su dominio de la modalidad artística le ha permitido quedarse al frente del trabajo más delicado que el arte de la cantería tenía por delante en la catedral: uno de los tres rosetones del Mestre Mateo. Los otros dos se conservaban en buen estado pero el tercero resultó dañado hace mucho tiempo, al intentar arreglar el tejado de una vivienda colindante. La misión requería de una mano experta que no cometiese fallos -«es un trabajo delicado y bonito», confiesa- y la de Rodríguez Miranda cumplía todos los requisitos. «Da respeto», confiesa la maestra cantera. Incluso con sus décadas de trabajo detrás. «¡Al principio lo miran todo con lupa!», reconoce. «Hay que hacerlo todo con un cuidado extremo y están siempre vigilando el trabajo, pero ahora ya saben lo que uno hace y tienen más confianza», asegura.
Otro de los momentos más especiales de los casi dos años que lleva inmersa en las obras de restauración de la Catedral de Santiago fue los que le llevó el arreglo de la cúpula de la torre sur. Hubo que desmontarla pieza a pieza y volver a rehacerla. Son los encargos más complejos y delicados los que más disfruta. Y eso hace que otras misiones, como la zona del Pórtico de la Gloria, le parezcan menos notorias. En este caso concreto, porque su función se limitó a sanear las nervaduras, que tienen figuras de temas vegetales, a limpiar las juntas y a reparar los ventanales dañados.
«Mucho que hacer»
Laura Rodríguez no tuvo que pensarse mucho si aceptar el proyecto de restauración del templo. Trabajaba entonces para otra empresa a la que adjudicaron la obra, y ella fue una de las primeras en trasladarse allí de lunes a viernes. Meses más tarde cambió la firma encargada de la parte de cantería, y ella siguió siendo la referencia en piedra de su grupo de trabajo.
«Hay mucho que hacer», reconoce, «esto es muy grande». La mayor parte de él consiste en la limpieza de piedras, sustitución de piezas o partes concretas y el sellado de grietas. Pero, a veces, la catedral le hace un regalo y le da oportunidad de dejar su huella en alguna de las piedras que se levantaron entre los siglos Xi y XIII como homenaje a Santiago Apóstol y que, con el paso de los siglos y de los maestros canteros, ha terminado convirtiéndose en la seña de identidad de millones de personas que cada año pasan por ella para hacerla un poco suya. Casi tanto como lo es ya de Laura Rodríguez Miranda.
La pontevedresa afincada en Ourense se encarga de los trabajos más delicados de la obra.
La maestra cantera está acostumbrada a compartir apartamento con sus compañeros.
Imagen: S. Alonso.
Fuente: La Voz de Galicia.